A finales
de los años 60, los valores que habían sostenido las ideologías liberales
en el mundo capitalista comenzaron a desintegrarse. La sociedad occidental
llevó hasta el extremo la degradación social del ama de casa y la nueva
libertad sexual, puesto que el cuerpo femenino se convirtió en objeto de
explotación para la libertad masculina.
En 1972,
la inglesa Mary Wollstonecraft redactó en pocas semanas la famosa “Vindicación
de los derechos de la mujer” donde se revindicaba el acceso a una
educación semejante a la de los hombres, para que de esta manera desarrollar su
propia independencia económica accediendo a actividades remuneradas. De esta
manera las mujeres que habían comenzado exponiendo sus reivindicaciones en los
cuadernos de quejas, acabaron afirmando orgullosamente sus derechos. Betty Friedan contribuyó a fundar la Organización Nacional para las Mujeres, una de las organizaciones feministas más
importante de Estados Unidos. Las mujeres descubrieron que dentro del seno de
los grupos radicales pacifistas en los que muchas participaban, pervivía la más
antigua y arraigada de las opresiones: la de las propias mujeres. El Feminismo había evolucionado al Feminismo Radical, basada en vivir en
un mundo de mujeres para mujeres, denigrando lo masculino.
En los
años 80 conservadores (líderes
ultraconservadores, agotamiento de las ideologías defendidas en el siglo XIX y
el derrumbamiento de los estados socialistas), el feminismo no desapareció,
pero si sufrió grandes transformaciones “Feminismo
institucional”. Este tipo de feminismo reviste diferentes formas en los
distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de
mujeres, a la formación de grupos de presión, hasta la creación de ministerios
o instituciones, como es el caso en nuestro país del instituto de la mujer
creado en 1983.
En definitiva, los grupos de base, el feminismo
institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina
incorporación de las mujeres a puestos de poder y a tareas emblemáticamente
varoniles, han ido creando un poso feminista que simbólicamente se cerro con la
declaración de Atenas de 1992, donde
las mujeres mostraron su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y
establecer una democracia partitaria.
El
feminismo ha sido y es un ojo crítico con el que se puede mirar una sociedad,
una perspectiva desde la que se ha estudiado la discriminación de las mujeres y
las posibilidades —de ideas, teorías y prácticas— para superarla, sin denigrar
lo masculino.
Olga García
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