El movimiento femenino “moderno” nació con la
lucha por la igualdad jurídica y de las libertades, y derechos políticos para
todos, inmediatamente después de la independencia
de EE.UU y de la
Revolución Francesa. Surgieron los inicios de las primeras luchas feministas: los logros
conseguidos durante la revolución no afectaron a las mujeres, a pesar de
representar éstas la mitad de la población en lucha por la libertad. Los tres
estados – nobleza, clero y pueblo- se reunieron a redactar sus quejas para
presentarlas al rey. Las mujeres quedaron excluidas y comenzaron a redactar las
suyas propias quejas. Con ello las mujeres, “el tercer Estado del tercer Estado” mostraron tener clara conciencia
de ser un colectivo oprimido. Sin embargo, supuso una seguramente inesperada
derrota para la lucha feminista, ya que en 1794 se prohibió explícitamente la
presencia de las mujeres en cualquier actividad política, guillotinando y
mandando al exilio a las que habían sobresalido en su participación política.
La Revolución Industrial hizo que el papel de la mujer quedara aún más marginado que antes,
tanto en su papel como esposa, como en el de madre. La mujer pierde prestigio
en el mundo artesanal, comercial y agrícola, que antes había compartido con el
hombre. La degradación de la mujer coincide con la destrucción del clan
comunitario y su sustitución por la sociedad clasista y sus instituciones: la
familia patriarcal, la propiedad privada y el estado.
El nuevo sistema
económico capitalista incorporó a las mujeres proletarias al trabajo industrial, pero en la clase burguesa quedaron
enclaustradas en el hogar sin ninguna labor reconocida, lo que las llevo a
experimentar con creciente indignación su situación de propiedad legal de los
maridos y su marginación de la educación y profesiones, que en muchas ocasiones
conducía en caso de no contraer matrimonio, a la pobreza. En este contexto, las
mujeres comenzaron a organizarse en tornos a la reivindicación del derecho al
sufragio. Pero tendría que pasar la Primera Guerra Mundial y llegar el año 1928 para
que las mujeres inglesas fueran las primeras en conseguir el voto en igualdad
de condiciones.
Olga García